Puede tratarse de un problema de adaptación, de punto de vista, de forma de entender las cosas o de lo que se quiera; pero, sobre todo y muy especialmente, veremos como en este caso es un asunto en el que se subraya el afecto y la convivencia. Nada menos.
Se aplicará entonces en el texto una metodología fragmentaria, con claves teóricas abiertas (en absoluto exclusivas), que exploran en las capas profundas de los vínculos entre las artistas que, sin duda, protagonizan la iniciativa: Elisabet Ramos, Louisa Holecz, Sylvia Pennings y Sarah Shackleton. Supongo que, a estas alturas, a nadie se la escapa que la tan traída y llevada noción de coherencia entre proyectos puede establecerse como medida superficial (lo que conduciría a un formalismo intolerable) o, en distinto orden de cosas, a una cohesión interna que provenga de los núcleos íntimos del ser, de la postura que tenemos al enfrentarnos a las sensaciones primarias, hoy reelaboradas como el reflejo mate- rial de una concepción estética de los acontecimientos o estímulos vitales.
No la olvidé: dejé que el olvido ocupara el pensamiento infinitamente vasto que se extiende desde el lugar de su último paso hacia mí (Hélène Cixous)
Surge, por tanto, la idea de trayecto activo, que presenta una medida diversa del tiempo y el espacio. El tiempo suele describirse como irrefutable y causal y, de esta manera, produce un espacio diacrónico (en el que las cosas suceden una detrás de otra: a, b, c, d, e, f, g, h, i, j) que se representa en una línea con puntos o sucesos: pero sabemos que existen espacios sincrónicos, simultáneos.
Tenemos la capacidad de pensar en varias líneas, sean éstas paralelas o no. Me acuerdo en el punto j de cómo recordaba en el momento h lo que me ocurrió en la situación a.
Esta nueva forma de comprender la memoria plantea principios que, ya más basados en el significado de la identidad, compara a estas artistas con los sistemas de la memoria aso- ciativa. Ésta almacena los datos en paralelo y busca dichos datos o una parte de los recuerdos a partir de algún rasgo que excite los contactos, como unas puertas que se abren o quedan cerradas en cierto grado, para así recordar imágenes, palabras o sensaciones.
Elisabet Ramos, Louisa Holecz, Sylvia Pennings y Sarah Shackleton han construido algo difícilmente imaginable para la mirada que se extravía en un mal entendido normativismo; nos han situado, a través de su relación sensible, ante ciertos recuerdos comunes que no sucedieron en su día; pero que, al compartirlos en el presente, han producido un grado de identificación tan fuerte que marca el desarrollo inherente de su memoria vital.
Señala Lisa Tickner, desde la crítica feminista, que la mujer está más próxima a los procesos dinámicos corporales y las transformaciones. Lejos de aportar sentidos contradictorios, se afirma la esencia de otros universos poéticos, lugares donde la integración del cuerpo es posible, donde se puede volver a pensar en el mundo habitable. Nosotras han conseguido trasladar esas transformaciones espacio-temporales hasta la semilla de un proceso creativo.
Lo han hecho a pesar de todo.
Porque el último vínculo al que cabe referirse sea quizá el más intenso y polivalente. Parece claro que existen distintos paréntesis abiertos en la presencia pública (sobre todo exposi- ciones individuales) de Elisabet Ramos, Louisa Holecz, Sylvia Pennings y Sarah Shackleton.
Una aproximación superficial a este extremo aludiría a dificultades compartidas entre la actividad profesional y el desarrollo del universo privado. Incluida, claro, la maternidad.
Voy a hablar aquí, como excepción, en primera persona y en otro tono; porque mi propia experiencia me advierte contra las personas cuya trayectoria no ha sufrido y no se ha enriquecido lo más mínimo ante una experiencia tan relevante. ¿Cómo es posible que enfrentarte al contacto con tu sombra, a la identificación entre dos seres, a la explosión del amor desconocido (sí, también se puede usar la palabra amor) y al espíritu de una nueva convivencia insólita no deje unas huellas indelebles en las líneas más finas del pensamiento?
de los criterios unilaterales.
Aunque también nos recuerde que todavía queda mucho por hacer.
Vamos todavía más lejos. “Algunas personas consideran que tratar de definir la contribución de las mujeres a la producción artística utilizando criterios tradicionales es un error. La definición más frecuente del arte es insuficiente, dado que es producto de consenso entre las definiciones patriarcales del arte, de un monopolio masculino de la crítica” (Renate Möhrmann). Incluso si una mujer practica la crítica de arte, está frecuentemente intoxicada por una postura genéricamente masculina, en su caso todavía más injustificable.
Me quedo con las frases de nuestra querida Gisela Breitling: se trata más bien de “un problema de lenguaje, de hablar o guardar silencio, de un discurso artístico que estaba intentando romper el mandamiento de silencio que tenía miles de años de antigüedad. Este problema oculta la tragedia de la falta de tradición de las mujeres y de su silenciada historia”.
Elisabet Ramos, Louisa Holecz, Sylvia Pennings y Sarah Shackleton son exploradoras del sentido, que buscan y encuentran a esa mujer oculta que ahora significa, otra vez, nosotras.
Pedro Pablo Azpeitia