La plástica a través de siete artistas aragonesas de hoy - Ricardo García Prats - 2008

Las siete artistas que conforman esta exposición cubren en su conjunto 45 años de la historia más reciente del arte. Julia Dorado —casualidades de la vida— participó en 1963 en una exposición que se llamó Seis pintoras zaragozanas y una ceramista y a raíz de aque­lla muestra se unió al Grupo Zaragoza que había recogido el testigo del Grupo Pórtico, que con Lagunas, Laguardia, Aguayo y otros, había dado el paso a la abstracción en España antes que nadie. Los años han ido pasando y se han incorporado al panorama artístico muchos artistas y de especial valía. La sociedad ha experimentado unos cambios extraordinarios, se han eliminado trabas que impe­dían la igualdad entre sexos y se han incorporado muchas mujeres al mundo del arte.Ya no hace falta buscar pseudónímos ni nom­bres artísticos masculinos para esconder una condición femenina. Es más, ni la pintura ni el arte en general son de género; no hay una pintura femenina y otra masculina, al menos en la de las artistas que dan sentido a esta muestra. Sin embargo, creo que resaltar el grupo en femenino supone subrayar que, a pesar de los cambios, la sociedad inconscientemente sigue con tendencias machistas.

Pensamos que una exposición integrada por interesantes artistas como Eva Armisén, Julia Dorado, Sylvia Pennings, Mapi Rivera,Teresa Salcedo, Alicia Vela y Lina Vila pondría de manifiesto que su plástica cubre varias tendencias de las que hoy se practican, que todas tie­nen un discurso coherente, que algunas ya han coincidido juntas en algunos proyectos y exposiciones de grupo y que, sobre todo, todas tienen importancia y reconocimiento artístico. En general, ellas han recibido con gozo el proyecto de resaltar positivamente la importancia de la mujer en el mundo del arte.

Con esta exposición se inaugura un nuevo espacio para el arte en Zaragoza, que se ha abierto, a manera de prólogo, con una mues­tra de José Beulas que, justamente, se merece esos privilegios. La inauguración de Siete artistas aragonesas es la apuesta de Aragonesa del Arte para indicar que la galería se inclina por la calidad artística, por la buena plástica, por alguna vanguardia considerada ya clási­ca y sin ningún miedo a mostrar aquello más innovador. Superada ya la dicotomía entre abstracción y figuración, en esta muestra, a tra­vés de cinco obras por artista, podemos ver discursos coherentes, caligrafías diversas, pintura de rasgos aparentemente infantiles, temas conceptuales, estructuras constructivistas y organicistas, paisajes misteriosos, reflejos del dolor y la condición humana, rasgos vanguar­distas que recuerdan a Basquiat, fotografías que funcionan como la pintura, pintura que utiliza el dibujo y la acuarela, técnicas mixtas, collage, etc. Una muestra variada y armónica en conjunto que refleja de forma interesante una buena parte del arte actual. Son siete, son mujeres y son aragonesas, incluida Sylvia Pennings, que aunque nació en Holanda se puede resaltar su integración en Aragón y la cálida acogida que siempre hemos ofrecido los aragoneses a los de fuera. El contenido de la exposición, una vez decidido, se presen­tó a las artistas y lo recibieron con agrado. El único límite era el de las obras por artista, que es lo que permite el espacio expositivo sin agobios. Podían presentar lo que quisieran y todas han presentado obra reciente, en general inédita, y ofreciendo un hilo argu­mental o temático. Por eso la muestra resulta coherente y armónica.

Se trata en primer lugar, de presentar y comentar las obras de cada una de las artistas. Me resulta interesante empezar por Julia Dorado. Sus recientes pinturas que aquí presenta, todas realizadas con collage y acrílico sobre tela, nos conectan con el cubismo a tra­vés del Grupo Zaragoza que a su vez lo hizo a través del Grupo Pórtico. Sus obras en muchos casos quedan compartimentadas «a cuadros» como dice Alejandro Ratia en la presentación de «Las huellas del pintor». Podemos ver en las obras de Julia Dorado a la vez el orden y el desorden, el cerca y el lejos, el dentro y el fuera. Algo así como una mezcla de Torres García y Jasper Johns o Rauschenberg, el constructivismo y el expresionismo o informalismo. Claro que no todo es tan sencillo y para complicar más las cosas encontramos una serie de signos o indescifrables símbolos que nos transmiten un lenguaje o una comunicación. No cabe duda que la cultura y la cultura plástica forman parte del mundo de la artista. El uso del collage, que también alude a las vanguardias, se puede interpretar como ese cúmulo del saber y del devenir del mundo con sus avances y tragedias de cada día.Trozos de periódicos con imágenes y textos quedan en el fondo de la pintura como base de ese poso cultural que llevamos dentro y nos acompaña siempre. Dice Pedro Avellaned en el mismo catálogo citado: Alguien dejó escrito un día que los pintores son artistas con significados, palabras dibu­jadas, que al resto de /os mortales se nos escapan porque ni hablan como los demás ni de las mismas cosas. Lo que sí está claro es que Julia Dorado deja huella y atrapa con su lenguaje pictórico al espectador que, pacientemente, se acerca a su obra. También hay que decir que, aparte de sus influencias, Julia Dorado de donde más ha aprendido es de su experiencia con el collage, el grabado y la serigrafía.

Sylvia Pennings está, desde hace un tiempo, dando vueltas a sus «mapas». Así se llaman las obras que aquí y en los últimos años pre­senta. Sylvia miraba más hacia el interior en su primera etapa holandesa. Practicaba un geometrismo que nos interiorizaba, incluso sus colores eran más opacos y oscuros y ahora ha pasado —no sé si por influencia mediterránea— a unas obras que se expanden, que invi­tan a caminar por el ancho mundo, a través de una caligrafía personal indiscutible. Es como si se hubiera deslizado desde Rembrandt a Vermeer de Delft, dos de sus admirados holandeses. En cuanto a la luz, algo parecido podríamos decir también del primerVan Gogh en comparación al que vivió en la Provenza francesa. La obra actual de Sylvia es luminosa, vital, alegre, misteriosa, aparentemente inge­nua. Son mapas y éstos sirven para orientar al usuario del camino a seguir para llegar a un destino. Incluso en los títulos nos indica las coordenadas. Sylvia presenta sus mapas encima de los paisajes que atravesamos en el viaje, dando simultáneamente gran información. El problema radica en que necesitamos claves para interpretarlo y las tenemos que descifrar en el marasmo de la vida. Aparentemente es difícil pero no tanto como se cree. El camino se refleja con todas sus curvas, aparecen signos que nos pueden semejar infinidad de cosas, se acumulan las imágenes y colores como el rojo, el azul, el amarillo y en menor medida otros complementarios. Hay todo un conjunto de claves que forman un metalenguaje sugerente y lleno de misterio. Se trata de una pintura que recuerda el trazo espon­táneo del dibujo, el del mundo del graffiti que tanto éxito tuvo en los años 80 en New York, donde se aprecia la influencia de Basquiat en Sylvia Pennings. De hecho la obra pictórica se construye por desarticulación de los motivos y deviene colorista. El resultado es una pintura aparentemente —y sólo aparentemente— espontánea.

Eva Armisén tiene una impronta incuestionable en el arte. Es difícil encontrar referencias que la clasifiquen y ahí radica el atractivo de su discurso. Decía Picasso que una vez que había aprendido a dibujar y a pintar de los clásicos había tardado toda una vida en pintar como los niños. Algo parecido podríamos aplicar a la trayectoria de Joan Miró. En mi nube es una obra interesante de Eva. La cabeza es una nube. Hay una relación conceptual entre la nube y estar en las nubes. En otra obra de la exposición aparece una escena de magia y en vez de salir un conejo de la chistera salen tres agarrados por el cuello, algo así como si la comedia se transformara en tra­gedia. El título también resalta la ambigüedad, Por ti soy capaz de cualquier cosa. Y es que, si bien la obra de Eva Armisén puede pare­cer ingenua, quizás no lo sea. Su temática se refiere a la vida cotidiana a través de ella misma y de los que le rodean, que en el fondo no difiere mucho de la vida cotidiana de la mayoría de la gente. Es la casa, el aseo, el jardín, la fiesta, los niños, las ilusiones, los fracasos, todo ese cúmulo de cosas que suceden cada día. Las formas están próximas al dibujo, el trazo está reforzado y los fondos presentan colores más bien planos y, a veces, transparencias. Se podría ver una aproximación a la pintura pop. Bien es verdad que la pintura de Eva Armisén nos recuerda a las viñetas de los comics ampliadas, pero los textos son parte de la pintura, ayudan a comprender el dis­curso. Quisiera resaltar también la coherencia de la obra de Armisén. Un mismo discurso lo podemos ver, además de en la pintura, en los cuidados y exquisitos grabados, en sus incursiones en la publicidad, en la ilustración y en el diseño del merchandising. La actitud de la artista recuerda algo el concepto de «factoría» de Andy Warhol.

Teresa Salcedo insiste, cuando habla de su obra, que ella no pinta cuadros. Quiere decir que sus pinturas, sus instalaciones, sus vídeos, fotografías y textos, forman parte de proyectos que tarda tiempo en concebir y años en desarrollar. Quizás Teresa Salcedo haya estado ocupada en poco más de tres proyectos artísticos en su vida. Ahora y desde 2004 está en el proyecto Sakkei, que en japonés quiere decir «un paisaje prestado». Desde entonces se ha ido exponiendo el proyecto fragmentadamente. Se trata del pai­saje que la naturaleza ofrece al hombre, donde convive la vida y la muerte. En esos paisajes Teresa Salcedo coloca el símil del pája­ro —que no es otra cosa que el hombre— que emigra, que hace grandes recorridos y para que se pueda desarrollar tiene que haber agua, tierra, espacio, algo donde quedarse. A Salcedo le gusta recordar a Frida Kahlo que decía que son necesarias raíces para volar y alas para estar en la tierra.Teresa Salcedo también es poeta, también escribe. Ahí está Pensamientos incendiarios (o no). Debajo de sus pinturas, cual rito iniciático, cuando se dispone a pintar, escribe pensamientos y versos, que quedan ocultos en las telas y, visibles cuando se trata de papeles. Es una actitud conceptualista del arte. En las obras que presenta Salcedo vemos paisajes donde la luz, el espacio, el viaje y la tragedia están presentes. Un pájaro a través de secuencias cae, muere y se transforma en germen de vida. Esto lo podemos ver en tres obras de esta muestra. Es aquel proyecto Sakkei al que me refería anteriormente. Formalmente la pintura de Salcedo es sutil, aparentemente espontánea, fruto, sin embargo, de una lenta elaboración pictórica y el resultado es una pintura sin contornos precisos en la que parece que las figuras se disuelven en un mundo metafísico universal. Se trata de espacios que invi­tan a entrar a pesar de su carga de misterio e incertidumbre.

Alicia Vela cuando se centraba en la pintura y el grabado, estaba interesada por acotar el espacio desde la monocromía y sobre la pin­tura casi táctil hacía incisiones de su imaginario existencial. Después se interesó por la espiral como signo de movimiento en unas pin­turas más abstractas y desde los 90 se interesó por otros medios y otras actitudes. Habitar espacios, ocupar esquinas, techos y muros con reiteraciones de insectos, siempre añadiendo nuevos intereses conceptuales y temáticos. En esta muestra nos presenta su última etapa. Se puede comenzar por ese poético Cefle-lá n'est pos Alice, de 2001 donde aparece esa Alicia del cuento con el revoloteo de la libélula. Si recordamos aquel surrealismo de René Magritte Celle-la n'est pos une pipe, tendremos el juego de que si aquella pintura en realidad no era una pipa, sino que representaba una pipa, en este caso no sabemos a cuál de las dos Alicias nos referimos, a la del cuento o la artista. Al final no sabemos nada, queda el misterio. En otros casos Alicia Vela juega con geometrismos organicistas resuel­tos con la libélula, como en el caso de Peribañes y en el de Caballitos del diablo. El primero deja constancia geométrica de forma lírica con seis libélulas —la misma libélula— y en el segundo, terminado este año, se van formando con la idea de infinito a través de cuadra­dos-rombo. Alicia piensa en las geometrías que forman los seres vivos en la naturaleza, caso de los exágonos perfectos de los panales de las abejas, o las cuñas de ciertas aves, como los patos y las grullas en el cielo cuando emigran. Para no caer en el constructivismo, la artista rompe el ritmo geométrico. Las Ninfas resultan el negativo, una idea de nocturnidad invade la estética. Pero por encima de todo, Alicia busca una presencia que habite en el recuerdo. Alicia Vela intenta conocer los secretos del mundo, sabiendo que se mete en una tarea imposible, pero dinamizadora en un espacio lleno de sugerencias.

Mapi Rivera en su intensa juventud está desarrollando un discurso o relato centrado en la metáfora de la creatividad, en la idea de la concepción, de la luz que nace, del génesis en definitiva. Esta idea está tan clara en el tema de la exposición de Anuntius, presenta­da en la Diputación de Huesca en 2006 como en la de El aguo y la tierra originales, presentada recientemente en Zaragoza. Es el naci­miento de la vida, del misterio del proceso vital. Ahí puede radicar la metáfora de la creatividad artística. La artista, además de usar la fotografía y el video como soporte, desarrolla una teatralidad manifestada al posar ella misma en su estado puro, en su desnudez, en las secuencias fotográficas. Después en el laboratorio ya vendrán los arreglos digitales, necesarios para presentar las obras. Mapi Rivera utiliza la fotografía, yo diría que como soporte pictórico. Desde este planteamiento me remonto a los retablos góticos o del primer renacimiento en los que se relata una historia. Recordemos la vida de Cristo y veremos como entre las diversas tablas del retablo se representa la Anunciación, la Visita de la Virgen a su prima Santa Isabel, la Natividad en Belén, la Huida a Egipto, la Presentación en el Templo, y toda una serie de posibilidades que terminarán en la muerte en la Cruz y Resurrección de Cristo. Me consta que Mapi ha investigado la iconografía de la Anunciación y, con métodos actuales, la ha aplicado a sus obras, tal como lo podemos ver en las cinco que aquí presenta Pensemos en el ángel, en María, en el círculo representado en las arcadas del renacimiento, el cuadrado, el manto azul de la Virgen, las flores entre el ángel y María, la atmósfera envolvente. Incluso pienso en el manto azul de las vírgenes de Alonso Cano en el barroco. Mapi Rivera representa, en este caso, la concepción de la vida a través de un círculo luminoso que progresiva­mente va desde el ángel a la mujer que acepta y va llegando hasta la zona genital donde se engendra la vida. En Gratia plena, II el mismo tema se resuelve con una barra luminosa que separa el ángel de la mujer, como la columna de las representaciones renacen­tistas de la Anunciación.

Lina Vila siempre ha querido plantear con sus trabajos reflexiones sobre la fragilidad y vulnerabilidad del ser humano, así como su con­dición transitoria. Para ello ha empleado y, a veces ha hecho convivir, el dibujo, la pintura, el grabado, los bordados, la fotografía, algu­nos objetos y no ha dudado en hacer instalaciones para representar esas reflexiones. Se trata de plasmar preocupaciones sobre ella misma, sobre sus seres más próximos o sobre el sufrimiento de personas de nuestro derredor. Fotografías de las manos sujetas o enca­denadas con lana roja, tubos de vinilo de uso clínico, con alambre de espino, con ramas de vid, han revelado impotencias humanas difí­ciles de superar. Impresionante fue la instalación con sábanas bordadas en hilo rojo. Una de ellas detallaba con bordados los itinerarios de la circulación sanguínea que a la altura de la cintura se traducían en hilos sueltos hasta el suelo. No se trata de hacer muchas descripciones, pero sí es necesario señalar que Lina Vila reflexiona con su plástica sobre la condición humana y su fragilidad. En estos momentos sus reflexiones se han inclinado hacia un bestiario centrado en animales depredadores o de presa, en diálogo con la figu­ra humana desnuda y desvalida. Realizadas las obras en acuarela sobre papel, el protagonismo se lo llevan los animales y la mujer o el hombre quedan en una tonalidad más tenue. Una especie de transmutación de la figura femenina en instinto toma protagonismo plás­tico. Formalmente es interesante resaltar el diálogo entre los matices del rojo con una plasmación clásica del dibujo y el color envi­diable y una composición posmoderna en la que recupera interés el blanco. Algo así como el blanco de tela de trabajos anteriores, como Vigilia, La vida y la sombra o Me llamo Rojo. El organicismo sería el hilo conductor

Este invierno pasado ha tenido lugar una interesante muestra en la Fundación MAPFRE en Madrid, llamada Amazonas del arte nuevo. Se reunieron un gran número de obras de mujeres artistas desde finales del siglo XIX hasta mitad del siglo XX. De grandes artistas como María Blanchard, Olga Rozanova, Frida Kahlo, Dora Maar o Maruja Mallo y otras que destacaron en el expresionismo, en las vanguardias, en el realismo mágico, en la abstracción, en la fotografía y en el surrealismo. Se recordaba en el catálogo que la primera gran exposición dedicada a una mujer fue a Georgia O'Keeffe y que tuvo lugar en el MOMA de Nueva York en el año 1946 y que las exposiciones de mujeres artistas no fueron importantes hasta las que organizó Peggy Guggenheim en su mítica galería Art of This Century.

¿Qué sentido tiene organizar a principios del siglo XXI una exposición sólo de mujeres artistas? En el momento de igualdad que vivi­mos sólo tiene el sentido de reafirmarla por la inercia de su incumplimiento. Hoy en día las mujeres ya han entrado en los circuitos del arte, hay una nueva generación en la que las jóvenes ocupan un lugar importante en el mundo del arte. El arte no es ya ni mas­culino ni femenino, no es una cuestión de géneros, sino de mentes, de concepto, de oficio y de sensibilidades. Linda Nochlin, en un ensayo publicado en 1988 se preguntaba. «¿Por qué no ha habido grandes mujeres artistas?» Y dentro del ensayo así titulado, se pre­guntaba lo siguiente: «¿Qué habría ocurrido si Picasso hubiera nacido niña?».